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Así se organizan los grupos de alimentos (y por qué es útil conocerlos)

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Aunque a veces la hagamos sin pensar, cómo nos alimentamos tiene un impacto profundo en cómo nos sentimos. Por eso, si alguna vez te has preguntado cómo cuidarte mejor o qué hacer para mejorar tu salud o tu bienestar entender cuáles son los grupos de alimentos y cómo equilibrarlos puede ser un gran punto de partida.

Tener clara esta estructura no es cuestión de memorizar listas infinitas ni de contar calorías: es una herramienta que te permite componer tu plato con criterio, sabiendo qué nutrientes aporta cada grupo y cómo pueden ayudarte a sentirte bien. Porque, sí, una alimentación saludable es mucho más que comer verdura. ¡Te lo contamos!

¿Qué son los grupos de alimentos y por qué se clasifican?

Los alimentos se agrupan según su origen y los nutrientes que nos aportan. Esta clasificación nos permite organizar mejor nuestras comidas, entender qué papel juega cada tipo de alimento en nuestro organismo y ajustar nuestra alimentación a nuestras necesidades reales. Es una forma de simplificar lo complejo, y de asegurarte de que estás cubriendo todas las bases nutricionales.

Además, nos ayuda a encontrar el equilibrio entre variedad y calidad. Lo ideal es combinar alimentos de diferentes grupos en cada comida, para que tu cuerpo reciba lo que necesita para funcionar con energía, mantenerse fuerte y regular todos sus procesos vitales.

Y si te preguntas cómo empezar a integrar este enfoque en tu vida, el primer paso es conocer bien cuáles son los grupos básicos de alimentos y qué beneficios puede aportarte cada uno.

Los 7 grupos básicos de alimentos (y uno extra)

 

1. Leche y derivados

Este grupo incluye leche, queso, yogur o mantequilla. Son alimentos que aportan calcio, proteínas, grasas, vitaminas y minerales, lo que los convierte en grandes aliados para la formación y el mantenimiento de huesos, músculos y tejidos. 

Se consideran alimentos “plásticos o reparadores”, ya que su principal función es ayudar al organismo a construir y regenerarse. Además, si los eliges desnatados o bajos en grasa, puedes seguir beneficiándote de sus nutrientes sin añadir calorías extra.

 

2. Carnes, huevos y pescados

Estos alimentos son una fuente fundamental de proteínas de alta calidad, pero también aportan hierro y vitaminas del grupo B. Según el tipo, su contenido en grasas puede variar: por ejemplo, el pescado azul te aporta omega 3, mientras que las carnes rojas tienen más grasas saturadas. También forman parte del grupo “plástico”, esencial para mantener la masa muscular y reforzar el sistema inmunológico.

 

3. Tubérculos, legumbres y frutos secos

Aquí entran alimentos tan variados como las patatas, las lentejas o las almendras. Todos ellos combinan hidratos de carbono, fibra y proteínas vegetales, lo que los convierte en una fuente mixta de energía y elementos reparadores. Los frutos secos, además, destacan por su aporte de grasas saludables y vitamina E. Si buscas sentirte saciado y con energía de larga duración, este grupo es la mejor opción.

 

4. Verduras y hortalizas

Son los auténticos reguladores del cuerpo. Ricas en vitaminas, minerales y antioxidantes, ayudan a mantener tu metabolismo en forma, protegen tu sistema cardiovascular y refuerzan tu salud celular. Tienen un bajo aporte calórico, por lo que puedes incluirlas en todas las comidas sin preocuparte. En este caso, la recomendación es clara: cuanto más color haya en tu plato, mejor.

 

5. Frutas

Muy parecidas a las verduras en cuanto a función reguladora, las frutas se distinguen por su contenido en azúcares naturales (como la fructosa) y su sabor dulce. También son fuente de vitamina C, fibra y antioxidantes. Una opción perfecta para entre horas o como postre. Y si eliges frutas como el kiwi, te beneficiarás también de su capacidad para favorecer la digestión, el sistema inmunológico y la vitalidad general.

 

6. Cereales y derivados, azúcar y dulces

Este grupo está pensado para aportar energía rápida, ya que incluye alimentos ricos en hidratos de carbono. Los cereales integrales son la mejor elección, por su contenido en fibra y su menor impacto glucémico. 

En cambio, el azúcar y los dulces deben consumirse con moderación, ya que aportan calorías vacías sin nutrientes relevantes. Elige panes de grano entero, avena o arroz integral y notarás la diferencia.

 

7. Grasas, aceites y mantequilla

Aunque a menudo se demonizan, las grasas son esenciales. Ayudan a absorber vitaminas liposolubles como la A, D, E y K, y son una reserva energética que también influye en tu saciedad y tu estado hormonal. Eso sí, no todas las grasas son iguales: prioriza las de origen vegetal (como el aceite de oliva virgen extra o los frutos secos) y limita las saturadas o trans.

 

8. Bebidas

No podíamos olvidarnos de este grupo. El agua es la bebida más importante y debe estar siempre presente. También puedes incluir infusiones, caldos vegetales o cafés (con moderación). Lo importante es evitar bebidas azucaradas y alcohólicas, que no aportan beneficios y pueden alterar tu hidratación.

Recuerda que mantenerse bien hidratado es esencial para el funcionamiento celular, la energía mental y la regulación de la temperatura corporal.

 

La importancia de personalizar tu alimentación

Aunque conocer los grupos de alimentos es un gran primer paso, cada cuerpo es distinto. La edad, el estilo de vida, las necesidades fisiológicas o incluso el estado emocional influyen en lo que cada persona necesita. Por eso, lo más recomendable es escuchar tu cuerpo, observar cómo reacciona ante ciertos alimentos y consultar con profesionales si quieres un enfoque más específico.

Y recuerda: no se trata de seguir una dieta perfecta, sino de construir una relación más consciente con la comida. Una que se adapte a ti, que te haga sentir bien y que encaje con tu forma de vivir. En ese camino, entender los grupos de alimentos te ofrece una brújula clara para tomar mejores decisiones sin complicarte. ¿A qué esperas?